Cuando el contador llega a cero, perdemos
el acceso al menú de cartas y salta directamente una escena con Mito, donde
descubre que ha dejado de nevar.
Rápidamente, va a buscar al
perrito, pues éste le pidió que le avisara si dejara de nevar. Se lo encuentra
en el sofá durmiendo. Intenta despertarle, pero no responde, por más que le
agite o haga ruido.
Mito comienza a preocuparse
seriamente. Dice que el perro no puede estar muerto porque es un Dios, pero
igualmente debe estar en problemas si no es capaz de despertar. Sin dudarlo un
segundo, escribe una carta pidiendo por favor que despierte.
La carta sólo tiene dos párrafos
intercambiables, así que no hay que partirse la cabeza para resolverla. Es un
trámite. Pero las cosas no salen como esperábamos. El clásico contador de cinco
segundos que activa los efectos de los cambios en las cartas no consigue llegar
a cero. En su lugar, se vuelve loco y la carta no funciona.
Alarmada por la situación, Mito
registra la habitación en busca de algo a lo que aferrarse. Se topa con un
cajón cerrado con llave, así que repite la estrategia. Escribe otra carta
pidiendo ser capaz de abrir el cajón.
Lo mismo. Dos párrafos
intercambiables. Esta vez el contador llega a cero y la carta surte efecto.
Mito logra abrir el cajón, donde encuentra un periódico antiguo y una foto. El
periódico lleva en portada un artículo de dos científicos chinos que han
desarrollado unos pequeños dispositivos capaces de alterar el destino. Se
llaman generadores de probabilidad omnidimensionales.
Con estos aparatos, pueden,
digamos, forzar que ocurra un suceso de probabilidad escasa dentro de una
situación. Ponen como ejemplo la cara que va a salir al tirar un dado, adivinar
el número que una persona va a escribir en una pizarra antes de que lo haga o
adivinar el aspecto de una persona elegida al azar entre el público antes de
escogerla. Gracias a su descubrimiento, les otorgan el premio nobel.
Han sido capaces de crear dos
prototipos, basados en sus hijos, que murieron en un accidente de tráfico tres
años antes.
Rápidamente la escena se corta y
vemos un flashback que detalla la muerte de los niños. Vuelven del zoo, cuando
se dan cuenta de que su perro se ha perdido. La niña corre de vuelta sin
pararse a pensar, cruza la calle y se le echa un coche encima. Su hermano sale
detrás de ella para intentar protegerla y finalmente acaban atropellados los
dos. Ninguno sobrevive.
Tras el flashback, Mito recupera
todos sus recuerdos y comprende por qué ha fallado su primera carta. Para que
funcione la información debe ser exacta y el nombre del perro no lo era. Repite
la carta escribiendo su verdadero nombre. Will.
Ahora la carta sí surte efecto y
el perro despierta. Se nos revela la verdad. La niña y el perro son en realidad
las dos máquinas creadas por los científicos para salvar a sus hijos. La buena
noticia es que los salvaron, cambiando los eventos anteriores a su muerte.
La mala es que un invento así
tenía mayores consecuencias. La visión de fuera no es una ilusión. Es el mundo
real tal y como está ahora, cien millones de años después, sumergido en un
invierno nuclear.
Los seres humanos libraron
intensas batallas por lograr el poder de los dispositivos, hasta finalmente
acabar con el mismo planeta. Mito propone entonces cambiar los eventos para
evitar que sean creados, pero el perro le dice que eso crearía una paradoja,
porque si no fuesen creados nunca entonces no tendrían poder para cambiar nada.
Además, hacer esos cambios les
agota, y cuanto menos probable sea el cambio, más les agota, y ambos se están
quedando sin energías. Cosa normal, son máquinas, al fin y al cabo, no dioses
como nos habían hecho creer al principio del juego.
El perro entra ahora en un tono
depresivo. A pesar de sus habilidades, lleva cien millones de años intentando
revertir el desastre que asola el mundo y no ha conseguido nada. Es entonces
cuando la niña le corrige. La nieve.
Pero eso es todo. No hay más
cambios. Y han dejado de recibir cartas de los humanos, así que tienen que
viajar atrás en el tiempo para arreglar eso. Parece que no basta con reescribir
la historia. Tienen que viajar físicamente. Y si lo hacen se arriesgan a
superponer su existencia en dos líneas temporales y que, digamos, se produzca
un error que les deje en tierra de nadie. Así que deciden ir por separado para
que, en caso de producirse el error, uno pueda rescatar al otro.
Los dos se abrazan y por fin
dejan claro algo a lo que llevaba dándole vueltas ya un rato. Nos habían dicho
que los prototipos eran basados en los dos hijos muertos de la pareja de
científicos, pero el perro no aparecía por ningún lado. Es ahora cuando nos
dicen que sí, que el perro es el hermano, pero que adoptó esa forma porque
pensaba que su hermana quería más al perro que a él.
El hermano recupera su forma
humana y hace una confesión final. Todo era mentira. No existe ningún riesgo de
viajar atrás en el tiempo ni hay varias líneas temporales. Simplemente, no
había energía suficiente para llevar a los dos. El niño toma la decisión de
borrarse de la memoria de su hermana para que no le duela su pérdida. Poco a
poco, vemos como se desvanece.
Finalmente, se despide deseando a
su hermana que el mundo al que llegue sea un mundo maravilloso. Fin.
Bueno, no ha estado mal. Al principio ha sido un final un poco Layton, con esa estúpida manía de dar una explicación científica a los sucesos acontecidos, y que al final queda menos creíble todavía que si hubieses dicho que es simplemente magia desde el principio. Luego remonta con el drama del perro ahí haciendo sudokus con las cartas durante cien millones de años y su verdadera identidad, pero no termino de ver la necesidad de ese último acto de sacrificio si no es simplemente para dotar de más dramatismo a esa última escena.
Dramatic Finish
Decisive Finish
Brave Finish
Sophisticated Ending
An Ending to Get Over
Refrain Ending
Fateful Ending
Strepitoso Ending
Liar Ending
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